Cambian los hábitos, el mimo a nuestra salud, el ritmo de vida, nuestros trabajos y cambia también la población y el reparto de los alimentos. Este último factor será, con casi toda probabilidad, el que tendrá mayor importancia en el cambio en la forma de alimentarnos. ¿Por qué? El aumento exponencial de la población mundial lo trastocará todo. Cambiaremos inevitablemente nuestros hábitos alimenticios, empezando por la carne, que en veinte años podría convertirse en un artículo de lujo.
Así lo declaran diversos especialistas alimenticios que apuntan a cosas alternativas para comer como productos elaborados en un laboratorio, algas de sabor repugnante que serían modificadas o, por supuesto, insectos. La última aportación en este sentido llega con el libro ‘La cuina del futur’ -la cocina del futuro’. en castellano-, de Pere Castells, licenciado en Químicas y uno de los impulsores del Departamento Científico de elBulli, e investigador de la Unidad de Estudios e Investigación en Ciencia y Cocina del campus de la Alimentación de la Univesidad de Barcelona.
En la obra se explica que la introducción de los insectos en la gastronomía occidental se deberá acompañar de soluciones y estrategias para evitar la aversión que éstos puedan producir, y que los productos sintéticos podrán ser también una solución. ¿Qué podremos mañana a nuestros hijos en la mesa?
Carne de probeta y laboratorio
Al margen del lógico debate sobre si hace falta más carne en el mundo o, bien distinto, un mejor reparto de ésta, hay muchos especialistas que sostienen que la tecnología puede hace que a partir de una célula se pueda pueden crear comida para la población mundial.
La carne sintética o de probeta implica tomar una pequeña cantidad de células de un animal vivo y hacerlas crecer en trozos de tejido muscular en el laboratorio, que, en teoría, pueden ser comidos como carne para consumo humano. Además de evitar la matanza de animales, los científicos creen que podría ayudar a reducir el impacto ambiental de la producción de carne, como la deforestación o la contaminación por metano.
La tecnología para crear carne artificial existe desde el cambio de siglo -la NASA alguna vez consideró desarrollarla para sus astronautas-, pero hacerla un producto comestible y comercialmente viable no había sido posible. También queda por ver si los consumidores la aceptarán como una alternativa a la carne de ganado. Pero ahora, Gabor Forgacs, originario de Hungría y quien trabaja en la Universidad de Missouri, Él descubrió que la misma tecnología puede ser utilizada para producir carne para el consumo humano.
Fuente: Qué!